Este tipo de consulta es tan esencial para toda persona que se encuentra perdida, es decir, que se encuentra viviendo una experiencia que considera que se encuentra atrapada o sin salida, puesto que todos los indicadores que puede ver en ese momento es lo que le marca.
TENEMOS UN APOYO UNIVERSAL, es decir, el apoyo del universo para responder nuestras preguntas.
A través de este tipo de consulta se brinda el apoyo real de mostrarle a la persona todas las alternativas posibles de salida y sobre todo de superar todos aquellos trastornos que le estuviesen frenando o obstaculizando dicha aparente salida.
Es decir, estamos hablando de una propuesta metodológica: una proposición intencionada del camino que se quiere recorrer que, por una parte, posibilitará orientar activamente el proceso en una determinada dirección, pero que, por otra, deberá estar abierta a lo que vaya ocurriendo en el trayecto para modificar su curso si es necesario, en la medida en que quienes proponemos el camino somos, a su vez, caminantes.
Lo metodológico, por tanto, no puede reducirse formalmente a una técnica, ni a un conjunto agrupado de técnicas. Significa estructurar con un sentido estratégico toda la lógica del proceso que se quiere impulsar: orientar y dar unidad a todos los factores que intervienen, sus necesidades, sus intereses, el contexto en el que viven, sus conocimientos sobre el tema, los objetivos que nos proponemos alcanzar, las etapas que hay que desarrollar para lograrlos, la secuencia temática que hay que seguir, las técnicas y procedimientos que vamos a utilizar en los distintos momentos, las tareas de aplicación práctica que se van a proponer y realizar, etc. Se convierte así tanto en un ejercicio de planeación, como de imaginación creadora.
Ello significa que hay que concebir metodológicamente cada proceso particular con base en algunos criterios de fondo, pero organizados flexiblemente de acuerdo con las circunstancias concretas de cada caso.
Los cinco tiempos que todo proceso de sistematización debería contener son los siguientes, tomando en cuenta algunas indicaciones centrales:
1. El punto de partida: la experiencia
El punto de partida: la experiencia Se trata siempre de partir de la propia experiencia. Este es el comienzo de todo proceso de sistematización, lo que quiere decir que esta se convierte en un segundo momento: no se puede sistematizar algo que no se ha experimentado. Esto no significa que para sistematizar haya que esperar a que la experiencia concluya. Primero, porque el concepto de concluir una experiencia es muy relativo, ya que podría ser que un proyecto se termine, pero la experiencia que dicho proyecto inició o impulsó, continuará; segundo, porque la sistematización debe hacerse para ir alimentando la práctica y no para dar cuenta final de ella.
Por cierto, cada vez es más común que incluya la sistematización como un componente que acompaña el proceso y no como algo aislado que se hace como una tarea de cierre. Eso significa que se puede planear la sistematización desde antes que la experiencia que se quiere sistematizar inicie, pero lo que dijimos al principio sigue siendo válido: no se podrá comenzar la sistematización hasta que la experiencia no haya ya caminado un cierto trecho.
• Haber participado en la(s) experiencia(s).
Sostenemos que sólo pueden sistematizar una experiencia quienes han formado parte de ella, y que no es posible que una persona totalmente ajena al proceso pretenda ser sistematizada en nombre de quienes fueron sus principales protagonistas. En resumen, creemos que quienes han sido las personas que han vivido la experiencia son quienes deben ser las principales personas protagonistas de su sistematización. Eso no significa que todas las personas participantes hayan vivido el proceso del mismo modo, ni que todas van a participar en la sistematización de igual manera.
No existe ningún límite prestablecido para las formas de participación que se pueden organizar en la sistematización, si se quiere buscar en ella el mayor grado de involucramiento posible de quienes vivieron la experiencia.
• Contar con registros de la(s) experiencia(s).
Toda experiencia que se vaya a sistematizar, es un proceso que ha transcurrido en el tiempo. A lo largo de su trayecto, se habrán realizado muchas y diferentes acciones, se habrán producido diversas situaciones, se habrán sentido y pensado múltiples cosas.
Lo importante para poder sistematizar esa experiencia, es contar con registros que documenten todo ello y que hayan sido elaborados al calor de las circunstancias, conforme se van realizando las acciones, sea de forma intencional para su posterior utilización (en informes, evaluaciones o sistematizaciones) o –como suele ocurrir– simplemente para llevar nota de lo que ocurre, cuando va aconteciendo. Pero no solo hay que pensar en registros escritos: hay otras formas documentales que son tanto o hasta más importantes, según el caso.
A veces pensamos que nuestra memoria podría ser suficiente, pero es una impresión falsa. Nuestra memoria es selectiva y solo retiene algunos aspectos (los que nos interesaron o impactaron más). Puede ser un elemento auxiliar para complementar algún registro o precisar lo, pero nunca será suficiente para llevar un riguroso proceso de reconstrucción, ordenamiento y clasificación de los factores que estuvieron presentes en una experiencia, que facilite tomar una distancia crítica de ellos. No podemos hacer una sistematización de experiencias basándonos solo en la memoria que tenemos de lo sucedido.
Con los registros podemos dirigirnos hacia los distintos momentos que ocurrieron durante el desarrollo de la experiencia y reconstruir esos momentos tal como fueron, según consta en esa documentación (y no tal como recordamos que fueron o, en el fondo, como hubiéramos querido que fueran). Por ello, cuanto más preciso sea el registro y cuanto más cerca de lo acontecido haya sido tomado, más útil será.
Una vez identificados los elementos centrales de este primer momento, como punto de partida de una sistematización de experiencias, avancemos hacia los que siguen.
2. Formular un plan de sistematización
En este segundo tiempo, se trata de iniciar propiamente el proceso de sistematización. Para ello, debemos plantearnos cinco preguntas fundamentales, cuyas respuestas dependerá, prácticamente, de todo lo que se vaya a hacer en adelante:
• ¿Para qué queremos sistematizar? (Definir el objetivo).
• ¿Qué experiencia(s) queremos sistematizar? (Delimitar el objeto).
• ¿Qué aspectos centrales nos interesan más? (Precisar un eje de sistematización).
• ¿Qué fuentes de información tenemo sy cuáles necesitamos?
• ¿Qué procedimiento concreto vamos a seguir y en qué tiempo?
3. La recuperación del proceso vivido
En este tercer tiempo vamos a entrar de lleno a la sistematización propiamente dicha, comenzando por un ejercicio fundamentalmente descriptivo y narrativo. Se trata de una exposición del trayecto de la experiencia, que nos permita objetivar la, mirando sus distintos elementos desde lejos. Es decir, tratando de no realizar aún la interpretación del porqué ocurrió cada situación, sino esforzándonos por expresarla de la forma más descriptiva posible, utilizando los registros con los que contamos como la fuente principal de información. Las técnicas y procedimientos específicos que se vayan a utilizar, así como el tiempo que se le dedique, pueden ser muy variables. Va a depender, también, de la duración o complejidad de la experiencia que se está sistematizando (el objeto) o del nivel de precisión en que esté planteado el eje. Independientemente del orden en que lo hagamos, pensamos que en este tiempo de la recuperación del proceso vivido debemos incluir al menos dos tareas específicas: a) reconstruir la historia de la experiencia, y b) ordenar y clasificar la información:
• Reconstruir la historia de la experiencia.
Se trata de tener una visión detallada y global de los principales acontecimientos que se fueron sucediendo en el trayecto de la experiencia, por lo general expuestos de manera cronológica.
Independientemente de cómo se haga, la reconstrucción histórica de la experiencia suele ser un momento apasionante, pues los hechos y situaciones que van apareciendo fueron vividos de forma intensa por sus protagonistas; así, suelen surgir, entonces, muchos detalles que estaban perdidos en la memoria, así como relatos de vivencias diferentes que cada quien tuvo ante una misma circunstancia. En este momento no solo reconstruimos la historia, sino que recreamos conscientemente la memoria de la historia que vivimos, basándonos en situaciones que ocurrieron objetivamente, pero rescatando todo el valor que tiene nuestra subjetividad.
Así podremos, entonces, ir identificando acciones, situaciones, interpretaciones, ideas y emociones que se produjeron durante la experiencia, pero lo estaremos haciendo desde lo que los registros del momento nos indican y no desde lo que nuestro recuerdo actual ya ha procesado. Teniendo este cuidado, surgirán los hallazgos y las evidencias del trayecto recorrido. Es muy común que comencemos a descubrir aspectos, matices, situaciones y acontecimientos que no recordábamos que habían ocurrido o que no lo habían hecho de la manera como aparecen ahora en la reconstrucción
• Ordenar y clasificar la información.
A partir de esa visión general del proceso vivido, se trata ahora de avanzar hacia la organización y ubicación de los distintos aspectos o componentes del proceso.
El ordenamiento y clasificación de la información deben permitirnos reconstruir de manera precisa los diferentes aspectos particulares presentes en la experiencia, vista ya como proceso. Se deberá tomar en cuenta tanto las intenciones expresadas y las acciones realizadas, como los resultados consignados y las opiniones formuladas, al igual que las emociones o sensaciones que se vivieron.
4. Las reflexiones de fondo
Una vez realizada la fase descriptiva y narrativa, podemos, entonces entrar en el tiempo clave y sustantivo de un proceso de sistematización: las reflexiones de fondo que nos permiten, a través de procesos de análisis y síntesis, construir interpretaciones críticas sobre lo vivido y desde la riqueza de la propia experiencia. Ello nos permitirá develar, explicitar y formular aprendizajes.
Se trata ahora de ir más al fondo, a las raíces de lo que se ha descrito, recopilado, reconstruido, ordenado y clasificado. Consiste en realizar un proceso riguroso de abstracción que nos lleve a descubrir la razón de ser, el sentido de lo que ha ocurrido en el trayecto de la experiencia. Por eso, la pregunta clave de esta etapa es: ¿Por qué pasó lo que pasó (y no pasaron otras cosas)?
• Procesos de análisis, síntesis e interrelaciones.
Para realizar este proceso será necesario, trabajar por separado los distintos componentes de la globalidad de la experiencia, es decir, hacer un esfuerzo analítico: analizar el comportamiento de cada aspecto por separado (ver sus coherencias e incoherencias internas; continuidades y discontinuidades; secuencias y rupturas; características asumidas a lo largo del tiempo; etc.).
Haciendo estos ejercicios de análisis y relacionando los hallazgos que vayamos encontrando con los momentos significativos y las etapas, estaremos dejando hablar a la experiencia y ella misma nos irá generando interrogantes de profundización que apunten a comprender el porqué de lo ocurrido en el devenir del proceso. Todo esto implica realizar procesos de abstracción y de conceptualización a partir de la experiencia descrita, ordenada y reconstruida
• Interpretación crítica.
A partir de lo anterior, podremos ubicar las tensiones y contradicciones principales que marcaron los distintos componentes del proceso y su interrelación. Gracias a ello podemos ir vinculando las particularidades y el conjunto, los aspectos similares y los diferentes; podemos interrelacionar los componentes personales con aquellos que son colectivos, ver las interacciones entre los sujetos (sus intenciones, acciones, pensares y sentires) y comenzar a preguntarnos por las causas de lo sucedido o ir descubriendo el sentido de fondo que ha marcado la experiencia. Estamos en el punto central de todo el proceso de sistematización. Decíamos antes que la recuperación del proceso vivido era como un dejar hablar a la experiencia. Ahora en la interpretación crítica, ese proceso recuperado nos plantea nuevas interrogantes que nosotros también devolvemos, interrogando a la experiencia. De esta manera se produce un diálogo entre la experiencia y sus protagonistas, que también se expresa como diálogo crítico entre ellos mismos. De este intercambio y confrontación se generan los aprendizajes que provienen de las experiencias. Ya no se trata solo de ver qué hicimos o cómo lo hicimos, sino de reflexionar en torno a por qué lo hicimos así, qué es lo más importante que recogemos de lo realizado, en qué sentido esta experiencia nos marcó profundamente y por qué, cuál es el cambio fundamental que este proceso ha generado, etc.
• Identificación de aprendizajes.
Las conceptualizaciones que realicemos, por tanto, nos deben posibilitar entender o explicitar la lógica de la experiencia y también a construir su sentido, su significación. Por ello, estaremos luego en capacidad de confrontar la interpretación de nuestra particular experiencia con otras experiencias y con otras formulaciones teóricas. Habremos producido, nuevos conocimientos provenientes de la teorización sobre nuestras experiencias y desde nuestras experiencias, pero también habremos generado sensibilidades nuevas y otras formas de percepción que antes no teníamos. Por eso es que la sistematización de experiencias puede generar aprendizajes y capacidades transformadoras en las personas que la hacemos.
5. Los puntos de llegada
Se trata de formular conclusiones y comunicar aprendizajes orientados a la transformación de la práctica
• Formular conclusiones, recomendaciones y propuestas.
• Estrategia para comunicar los aprendizajes y las proyecciones.
Y con ello poder obtener cambios significativos en la persona que los realiza en base a sus experiencias de vida, logrando:
- objetivos personales
- transformaciones reales de vida
- empoderamiento y valoración personal
- equilibrio emocional
- enriquecimiento familiar, laboral y social
- mejoras físicas como espirituales
Dandole a la persona posteriormente una vida de calidad.